sábado, 19 de septiembre de 2015

AYLAN que triste......

                   AYLAN, UN SÍMBOLO PARA LA DECADENCIA




Hay días en que preferiría pertenecer a otra especie…



Prendí el televisor y allí estaba la imagen.

Congoja. 

Después escuche la noticia.

Rabia e impotencia.

Tardé algún tiempo en reunir “sentido del deber” para seguir escuchando y enterarme de lo que sucedía en el mundo en el que vivo. Yo quiero que el mundo sea más bueno y más justo. Por eso no puedo evadirme. Por eso me conviene saber qué es lo que funciona mal. Dolorosamente. Y sobre todo, por qué.

Esta es la gran pregunta de la filosofía. Por qué.

Y este es el comienzo de la aventura, la antesala de la salud, el diagnóstico de la enfermedad que permite aplicar el tratamiento adecuado.

¿Qué tipo de sentimiento puede impulsar a un padre, a una madre, a arriesgar la vida de sus hijos indefensos? Me cuesta imaginarlo. Desde luego, el amor. El amor desesperado de querer arrancarles de una situación insoportable, inhumana, indigna, injusta. La amorosa impotencia de sus vidas oprimidas.

Todos los días, el mundo “civilizado” de los mil dispositivos electrónicos contempla las imágenes sobrecogedoras de seres humanos desesperados que ponen en juego su vida porque ya no tienen nada que perder.

Esas personas, que se ven tratadas como ganado, sienten dolor ante las mismas cosas que tú y que yo. Pero ellos ya han sobrepasado tantos niveles de desesperación que tú y yo apenas podemos entender hasta dónde llega su sufrimiento.

Pero hay algo que sí entendemos. Un niño no debe morir con miedo en los ojos y frío en el corazón.

Por encima de las dolorosas tragedias, la vida tiene sus leyes, insobornables, inquebrantables, inextinguibles y universales. Nos conviene conocerlas. La filosofía es el único bálsamo que nos permite acercarnos a las situaciones y comprender. Solo así podemos encajar las piezas en su sitio.

Y una vez que hemos comprendido, nos toca alinearnos con los que trabajan para que el mundo sea mejor. El mundo mejorará si cada vez hay más seres humanos que aprenden a ser mejores. Yo. Tú.

La historia y los grandes filósofos guardan para nosotros montones de consejos prácticos para entender y enmendar muchas circunstancias. Todo comienza por plantearnos qué es la vida, para qué estamos aquí, qué podemos hacer para que el mundo sea más justo para todos.

No podemos conseguir que mañana por la mañana el mundo sea distinto. Pero podemos pulir la piedra que nos han asignado para que luego cumpla su función al sostener la gran catedral de la que formará parte.

Aylan no se mueve. Nosotros, sí.

En este ocaso de la historia, podemos elegir soñar con un mundo más justo, donde el sol ilumine cada rincón de la tierra y los hombres y mujeres decidan ser cada vez más humanos.

Si dejamos de ser parte del problema, empezaremos a ser parte de la solución.














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