LA IRA
Los seres humanos nos sentimos indefensos cuando algo amenaza nuestra propia imagen. Si nos sentimos como víctimas, observemos si estamos permitiendo que la rabia controle nuestra vida. Preguntémonos con libertad si realmente estamos enojados; y cuando respondamos por la afirmativa, reconoceremos cómo los resentimientos siembran semillas de odio en nuestra alma y un impulso de venganza en nuestra manera de pensar. Una vez que hayamos reconocido con sinceridad nuestro enojo, este comenzará lentamente a disolverse.
EL MIEDO
El miedo, nos provocará una verdadera parálisis, aislándonos dentro de nosotros mismos, y promoviendo que nuestros pensamientos y nuestros sentimientos cobren una nueva dimensión, haciendo que lo desconocido nos produzca pánico.
LA CULPA
Cuando aparece esta emoción es comparable a lo que sucede cuando la luz roja del tablero de un auto se enciende en señal de aviso de que hay algo en el sistema eléctrico que no funciona bien. Ahora bien, tomar una actitud de enfrentamiento con el sentimiento de culpa sería similar a responsabilizar a la luz del tablero por el desperfecto eléctrico que el coche está sufriendo. Lo correcto es tener la valentía de reconocer la culpa, eliminar su causa modificando el comportamiento que la originó.
EL AGOTAMIENTO PSICOFÍSICO
La actividad que venimos desarrollando ha resultado superior a nuestras fuerzas y debemos hacer un alto, no
sólo para descansar, sino también para pensar hacia dónde estamos dirigiéndonos y, si es el caso, corregir nuestra perspectiva de la vida. El gran desafío de la vida moderna es interpretar por qué nos cansamos los seres humanos. En general nos cansamos mucho menos por la realización de un esfuerzo físico que por el desgaste de nuestro sistema nervioso que, combinado con otros factores debilitantes, como el estrés, la vida sedentaria y la mala alimentación, nos convierten en seres minusválidos para enfrentar los desafíos básicos de la vida.
LA DESESPERANZA
Esta nos recuerda de manera constante que, a pesar de todos los esfuerzos, no podremos resolver nuestros
problemas. Si logramos abordar con cierta serenidad nuestra problemática, veremos cómo jugar el papel de víctima, dar una pobre imagen de nuestra persona los hechos seguirán siendo los mismos. Lo que puede cambiar, con el tiempo, es su interpretación, como una forma de atribuirnos el derecho a seguir existiendo de una manera digna frente a nuestros propios ojos y los de los demás. Mientras permanezcamos aferrados a las respuestas negativas sobre lo que nos aconteció, estaremos invirtiendo una gran cantidad de tiempo en preocuparnos, actividad que nos puede llegar a obsesionar hasta ocuparnos. Las preocupaciones tienen la triste virtud de destruir la imaginación más creativa y dejar sin energía a quien las sufre. Las interpretaciones negativas que acompañan a las preocupaciones pueden llegar a producirnos un verdadero estado de parálisis. En contrapartida, la búsqueda de interpretaciones positivas nos da el aliento necesario para continuar luchando. Aunque creemos que estamos funcionando en el presente, nuestras respuestas están absolutamente teñidas por nuestra historia, nuestro pasado. La manera de interpretar los hechos no surge exclusivamente de nuestra visión del momento, sino que tiene una fuerte raíz en las experiencias que hemos ido sumando a lo largo de nuestra vida. Sin atender a nuestro propio juicio, valoramos más lo que los demás están pensando de nuestro desempeño, y ese poder que entregamos a los demás para que juzguen nuestro paso por la vida es una de las manifestaciones más genuinas de una baja autoestima. La forma de pensar sobre lo que nos pasa afecta directamente la manera en que actuamos. Si partimos de la base de que somos perdedores en la lucha por la vida, sin duda actuaremos de ese modo. Una forma de ampliar nuestros horizontes es desprendernos de las etiquetas que forman parte del pasado. Cuando continuamos viviendo aferrados a un rol con el que nos hemos identificado, lo único que logramos es prolongar un sentimiento de impotencia que no nos permite rediseñar nuestra persona para enfrentar el mundo.
Comience a fijarse en cómo habla usted de sí mismo y qué mensaje recibe quien lo escucha, y luego podrá entender con más claridad por qué a veces no obtenemos aquello que deseamos. Pero si no nos tomamos la molestia de hacernos las preguntas, de cuestionarnos nuestros defectos, de descubrir las áreas débiles de nuestra personalidad, no digamos luego que no sabemos por qué sentimos que estamos arruinados. Nuestros puntos débiles pueden ser nuestra fuerza
LA ANSIEDAD
La ansiedad definida como el “temor sin objeto” es un sentimiento muy difícil de delimitar que nos invade cuando no podemos establecer un control adecuado de los acontecimientos que aparecen imprevistamente, y ante los cuales nos vemos en la necesidad de responder con rapidez. Cuantas menos alternativas de hacer frente a la situación tenemos, más hostil nos parece el desencadenante del estrés, y mayores la perturbación y el nivel de ansiedad.
EL DESÁNIMO
La falta de confianza nos inclina a la constante evaluación de las distintas situaciones que debemos enfrentar y de nuestra capacidad para hacerlo. La auto-desvalorización se sintetiza a menudo en el siguiente planteo: “Si no puedo hacerlo perfecto, mejor no comienzo”. Este pensamiento expresa la certeza de que no vale la pena actuar, porque desde el comienzo ya sabemos que no vamos a obtener buenos resultados.
EL SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD
De acuerdo con la estructura psicológica de cada ser humano, este sentimiento puede ser permanente o presentarse por espacios de tiempo más o menos breves. Cuando se instala de modo permanente, tornándose excesivo, anula la conciencia, y configura un verdadero bloqueo a la realización de cualquier proyecto personal.¿Cómo lo bloquea? Con la excusa de la ineficacia: para qué intentar hacer algo que sabemos que no seremos capaces de llevar a buen fin. Aprendemos a hacer hincapié en nuestros defectos, viéndolos a través de una lente de gran aumento. Si cada vez que nos toca actuar sentimos sobre nuestros hombros el peso de una probable derrota, no podremos experimentar la alegría asociada con la posibilidad de lograr el éxito en lo que nos proponemos.
LA VERGÜENZA
La vergüenza es un sentimiento que aparece cuando tenemos la certeza de que somos lo contrario de lo que deberíamos, absurda manera de juzgar nuestras capacidades que aplicamos a todo lo que nos somos, a todo lo que no pudimos hacer y que tampoco hemos de poder realizar en el futuro.
EL RECHAZO
Este sentimiento, aparece ante la seguridad de que nada en nosotros es digno de admiración y deja entrever el temor a enfrentarse al juicio de los demás, que es vivido como una sentencia inapelable. Cuando ni siquiera podemos construir un sueño sobre nosotros mismos, tampoco nos sentimos proclives a alimentar sueños sobre los sentimientos de los demás hacia nosotros.¡Cuidado! No es el mundo el que nos excluye. Somos nosotros mismos quienes no nos damos el lugar que nos corresponde. Nuestro grado de permeabilidad al juicio de los demás determinará en buena parte los éxitos y fracasos que cosecharemos a lo largo de la existencia.
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