viernes, 31 de agosto de 2012

Tú te conoces - conocete





–Mira, chico, no vengas con frases griegas a esta hora de la tarde, ¡pues claro que me conozco! Esas cosas sólo te las preguntas tú, que eres un excéntrico. Yo sé quién soy, cómo me llamo y dónde vivo, y además sé perfectamente cómo soy. Te recuerdo que me conozco desde que nací, y soy una buena persona: generosa, justa, puntual, seria en el trabajo, así que no me vengas con tonterías.

–Hombre, Antonio, no te pongas así, te lo pregunto porque fíjate lo que ocurrió hace unos años en Alabama: Amy Bishop, profesora de biología, especialista en neurología, graduada en la Universidad de Harvard. Durante varios años, Bishop llevó una vida tranquila y, al igual que tú, pensaba que se conocía bien: buena profesora, puntual, agradable y justa con los alumnos. Sus compañeros la tenían en gran estima, una persona agradable con la que se podía tomar una taza de café y charlar tranquilamente sobre jardinería y cosas así.

Durante años las cosas fueron muy bien, hasta esa mañana en la que se le había informado de que no le iban a renovar su contrato. Unas horas después de recibir esa mala noticia, la agradable y puntual profesora Bishop irrumpió en una sala en la que se estaba celebrando una reunión y abrió fuego indiscriminadamente contra todos los presentes. Como resultado, tres de sus compañeros de trabajo, el director del Departamento de Ciencias Biológicas, G.K. Podila, y dos de sus adjuntos, María Ragland Davis y Adriel Johnson, muertos.

Así que no digas que esa recomendación “Conócete a ti mismo” es una tontería griega. Es algo muy importante. ¿Acaso te crees justo porque devolviste una cartera que te encontraste con 500 BF?, ¿crees que eres puntual en el trabajo o quizás te crees una persona con buen corazón porque dejaste tu asiento a esa viejecita en el autobús? No, Antonio, nosotros no nos conocemos, solo lo parece, y lo seguirá pareciendo mientras las cosas vayan razonablemente bien. Pero a veces el caminar por la vida nos pone en situaciones en las que nuestras máscaras van cayendo una tras otra como las capas de una cebolla.

Si no me crees, contesta honradamente las siguientes preguntas: ¿devolverías los 500 si ese día no tuvieras nada que comer? ¿Serías puntual en el trabajo si no te obligaran? ¿Dejarías tu asiento en el autobús si te dolieran los pies?




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