jueves, 18 de julio de 2019

El Destino nos persigue? o lo perseguimos?







A menudo sentimos esa extraña sensación donde la casualidad, lo inesperado, va poniendo marcas en nuestro camino, obligándonos a encauzar la vida en una dirección u otra. Hay quien dice que lo que guía nuestra vida es el destino.

El destino es una fuerza que está por encima de nosotros y que nos empuja hacia una sucesión inevitable de acontecimientos, de circunstancias de las que no podemos escapar.

Y si, es por lo menos para mi, nacemos con nuestro destino marcado, y todo y todas las cosas que nos pasan a lo largo de nuestro recorrer de vida es y fue necesario que pasara, aunque hubiésemos querido evitarlo nunca hubiésemos podido, lamentable decirlo no es fácil pero es así, que el libre albeldrio escapa de nosotros, aunque creamos que decidimos.

¿Es realmente así? Todo lo que sucede, ¿conviene? No puedo dejar de pensar que hay millones de personas que sufren calamidades extremas de toda índole. Sin embargo, hay ciertas corrientes de pensamiento o incluso escuelas filosóficas que postulan que todo lo que sucede es por algo, que existe cierto determinismo en el devenir de los acontecimientos.

¿Casualidad o causalidad?

Es cierto que a veces suceden cosas que nos sorprenden: conocer a alguien en un determinado lugar en curiosas circunstancias, esa suerte que un día aparece de modo inesperado, esa elección que tomamos sin saber muy bien por qué… ¿Es la casualidad? ¿O se debe tal vez a una misteriosa causalidad? Pero todas aquellas personas que conocemos para algo llegaron a nuestras vidas, y nosotros a las de ellas. Si nos ponemos a analizar un poco algo aprendimos y en algo cambio nuestras vidas, esa vida que llevavamos y que creíamos era la correcta.

Pero la cuestión se centra en que si aceptamos la existencia del destino, asumimos que parte de lo que nos sucede está marcado por los designios de quién sabe qué. Es algo que escapa por completo a nuestra comprensión y puede que incluso hasta a nuestra propia consciencia. Entonces, ¿dónde están los hilos de nuestra responsabilidad? ¿Cómo ser responsable de algo que ni siquiera controlamos? e allí el detalle, si lo controlamos, al dejar que seamos controlados de una manera sana, para poder cumplir con nuestra misión en la vida.

El destino, el libre albedrío y lo inexplicable

Hay científicos que afirman la existencia de un “destino casi obligado”, y es el relativo a la herencia: la genética de nuestros progenitores en ocasiones nos determina en muchos aspectos, a veces en carácter y otras en rasgos físicos, en enfermedades.

Pero por otra parte, también tenemos la concepción indispensable del «libre albedrío”, donde cada uno está condicionado por sus propias elecciones. Lo está por su propia historia personal y también por su vida en una sociedad que le permite inclinarse por una determinada senda u otra, reconociendo sus errores, confiando en uno mismo y asumiendo nuevos retos. Si,  pero son esos retos que nos presenta nuestro destino, y que nos hace creer que somos los que decidimos. 

Cierto es que nuestras vidas a veces son un caos de casualidades y hechos ilógicos, que nos preguntamos y porque esto, y no aquello o porque no fue así de tal manera, no, lo que paso era lo que tenia que pasar.

La idea de que hay un destino predeterminado del que los seres humanos no pueden escapar es un concepto que, si se lo toma al pie de la letra, puede resultar inmovilizador. ¿Para qué voy a hacer esto o aquello (léase: esforzarme), si mi destino ya está marcado de antemano por un designio misterioso que no comprendo? Prefiero creer que tenemos un amplio margen de maniobra para conducir nuestros pasos por la vida, y no, que somos simples elementos de un engranaje que nos arrastra indefectiblemente.

Cada día tenemos la oportunidad de tomar decenas de decisiones, de elegir entre lo blanco y lo negro (o los grises…), entre lo rápido o lo pausado, lo alto, lo bajo y un sinfín de encrucijadas que van marcando nuestro camino y dibujando nuestro destino personal. Pero realmente lo que estamos es cumpliendo nuestro destino, aunque Ud. no lo crea.







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