Aunque no a todos, a muchos nos atrae el miedo. Tiene tiempo ya, que las leyendas de terror tienen un nuevo escaparate para sacudir nuestro inconsciente, erizándonos la piel a través de plataformas digitales y el internet.
Teresa Fidalgo puede sacudir nuestras almas, y solo con un clic nos puede condenar. El conjuro ha llegado a muchos por medio de un texto o link que nos muestra un vídeo, en los que se lee o escucha la frase: "Hola. Mi nombre es Teresa Fidalgo. Si no compartes esto con 20 personas más, voy a dormir contigo eternamente".
Unos jóvenes amigos circulaban por un camino rural, era de noche y venían de una fiesta. Siendo esa vía, el camino a casa de uno de ellos, todo les parecía familiar y conocido.
El que vivía por ahí avistó a una joven que pensó era una de sus vecinas, por lo que pidió al conductor que la llevaran a casa.
Al detenerse el auto con la joven, se dieron cuenta que no era la vecina que pensaban, pero ante la amable petición de la joven para llevarla a su casa, no dudaron en llevarla. Era la "tenebrosa Teresa Fidalgo y su historia". Despreocupados y como cualquier joven haría, le preguntaron su nombre, donde vivía y que hacía. Ella era muy amable y respondió que se llamaba Teresa Fidalgo, así como alguna otra cosa acerca de sí.
Al continuar el camino, la chica se puso un poco seria y nerviosa, miraba fijamente al asfalto y de igual forma a sus acompañantes; sus manos se tensaban y parecía cada vez mas desorientada.
Al notarlo, los amigos comenzaron a cuestionarle si se sentía bien, incluso una de las jóvenes que la acompañaba en el asiento trasero trato de tocarla y la joven Teresa rápidamente quitó su mano y la miró amenazantemente.
Incómodo, el conductor preguntó, "ya casi llegamos a mi casa, ¿Dónde te dejamos?".
Teresa miró el camino y apuntó hacia la carretera cuando entraban en una curva - Ahí, ahí - respondió de manera entrecortada.
No había una sola casa o edificio, únicamente la curva se hacía cada vez más pronunciada, ¿Aquí vives? - preguntaron, Teresa se sentó en la silla calmadamente y espectralmente dijo: No, aquí morí.
La voltearon a ver asustados, y lo que era una amable joven se convirtió en un demonio de pelo largo que con sus garras y alaridos desató caos dentro del vehículo, llevándose consigo las vidas de sus ocupantes.
Los muchachos desaparecieron, solo durante la tarde siguiente pudieron divisar el vehículo muy por fuera de esa curva maldita; había dos cadáveres y el maltrecho cuerpo de uno de los muchachos tirado en el suelo.
El único sobreviviente nunca pudo caminar y desde su silla de ruedas solo ha podido advertir esquizofrénicamente a todos los que pasan por esa curva que eviten detenerse a toda costa, y a los que oigan hablar de Teresa Fidalgo que rueguen para no caer en su maldición.
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